El virus de los olvidados

Hoy caminé por las calles, prácticamente, de una ciudad desértica, como si hubiera encontrado un oasis a mitad de un territorio abandonado, sólo estaban vigentes aquellos que están lejos del lujo de la cuarentena, esos seres humanos que hoy, son marginados porque hasta las pandemias son lujos de élite. 

Vendedores informales, limpiaparabrisas, payasitos callejeros, aquellos que existen pero, a diario son casi invisibles, hoy se veían por las calles, se miraban los unos a los otros, sin dar crédito de lo que estaba sucediendo, lucían desesperados y preocupados y es que, las instrucciones no fueron para ellos, porque comer, es una lucha diaria. 

Detengámonos un poco, en México 6 de cada 10 comerciantes son informales, son detonantes importantes para una economía emergente, pero, ¿qué sucede cuando al 40 porciento le indicas que no debe salir? Sencillamente eso, el abandono y es que en México, el abandono de clases es, un alimento diario para una estructura social tan dañada como la nuestra. 

Pero inevitablemente, es oportuno pensar, que para esos invisibles, el coronavirus no es el villano, es la nula oportunidad que le ha dado la estructura mexicana de sumarse y dejar atrás lo que a diario construyen. Despertar 5 de la mañana, salir y buscar una calle para poder comenzar su jornada, soportar inclemencias del tiempo, amenazas y uno que otro desplante social. 

Bienvenidos al virus de los olvidados, aquellos que fueron marginados, que están lejos de seguridad social y no pueden pensar en una cuarentena, pero, dentro de ellos, saben que son el motor económico de este país, saben perfectamente que es necesario recuperar la calma para seguir empujando a México. 

Pero también, existen los que, al dormir en las calles, no tienen tiempo para pensar que un virus los puede consumir, duermen cubriéndose del frío, la lluvia pero también, cubriéndose de los prejuicios de una sociedad que, disfruta juzgar. 

Este virus, ha sacado a relucir el egoísmo humano, la falta de empatía, la eterna y marcada diferencia de las clases sociales, es acaso que, el virus más grande de la humanidad es nunca mirar más allá de su nariz.

En las ciudades, los habitantes invisibles, tienen nombre y apellido.  No los olvidemos.

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