El manual de los romances rotos, quinta entrega

La melancolía no tiene fecha de caducidad, el presente dura un segundo, el pasado ya pasó y el futuro es incierto, así de sencilla es la vida; basta un segundo para ser cómplices de romances, historias, tragedias y éxitos. Somos actores secundarios en miles de historias, somos amores platónicos de gente desconocida, somos dignos coleccionadores de instantes.

Los anhelos siempre se alimentan de recuerdos, cada recuerdo intoxica el alma buscando fluir, algunos fluyen como suspiros mientras que otros, son acompañados de canciones buscando una salida en un laberinto emocional. Todas las historias se construyen de capítulos y este, me gustó titularlo, el amor que no fue.

Uno tiene cientos de romances a lo largo de su vida, unos fugaces, otros quizás, involuntarios y es que, los seres humanos somos una construcción sentimental perfecta, una que, no necesita complementos, más bien, necesita personas que entiendan una cosa: El amor es una colección de instantes perfectos, que necesitan ser compartidos.

Compartir el amor es la mejor forma de amar. Y es que, cuando ella me conoció yo tenía una colaboración en un periódico local, un programa de radio y hablaba todo el tiempo de canciones y libros. Es cierto, uno nunca olvida la forma en la que conoció a la gente que le importa. Comenzamos tomando café, llenando los miércoles de cine, compartiendo charlas fantásticas y asistiendo a conciertos, de esa forma un romance se consolida y se convierte en quizás, algo más.

Y es que, es cierto, tuve romances que sólo se quedaron en eso por una razón: indecisión. Lo escribí hace poco y es cierto, soy experto en autosabotearme a nivel emocional. Esa es la principal razón por la que la mayoría de mis relaciones no han funcionado, aunque es cierto, la mayoría coincide en que, fue maravilloso que apareciera en su vida (y eso lo agradezco).

Es cierto, soy exigente, no vale la pena acompañar la vida con amores mediocres, vale la pena reír hasta llorar, amar hasta perder la razón porque de eso se trata la vida: Amar.

Lo maravilloso de coincidir es dejar que cada momento se construya de forma única, el amor no busca complementos, busca cómplices. ¿Te atreves a ser el cómplice de una historia perfecta? (sí, puede ser perfectamente única o perfectamente trágica)

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