Éramos un recuerdo constante, un susurro que anhelaba ser búsqueda y encuentro, es cierto, nadie imaginaría que, 32 años después, viviríamos una catástrofe. Este país es un andar de circunstancias, cada situación convierte a México en un país atípico, en un territorio digno del estudio de cualquier estadista.
El terremoto sacudió, saudió fuerte a los mexicanos, nos hizo encontrarnos a nosotros mismos, ¿quién diría que unos segundos servirían para cambiar nuestra realidad? Es cierto, este país es de retos, eso ha formado una sociedad solidaria, humana y poco indeferente. Somos el resultado de errores gubernamentales, corrupción y prepotencia, de alguna forma, eso nos convirtió en un ejemplo para el mundo.
Nunca me ha preocupado el México del mañana, ese discurso ya me tiene cansado, me preocupa el México de hoy, porque vivo en él, porque lo quiero vivo, porque cambiando el México de hoy, se cambia el México de mañana. Ese es el reto, vivir en el hoy, para afrontar el mañana.
Nos hemos cansado de promesas, de discursos, de palabras vacías que llenan de aliento a las masas con esperanza. Eso es lo que cambió el martes 19 de septiembre, una sociedad que esperaba tanto, dejó de esperar y comenzó a generar el cambio. Siempre había escuchado decir que, México era el gigante dormido, ese día despertó a mediodía, se puso de pie y comenzó a construir unión, seré sincero, espero que no vuelva a dormir.
Desde ese martes México no descansó, salió a las calles a buscarse, esas calles donde un día antes había indiferencia, hoy existía amor, poco importaba si conocías a los demás, poco importaba si eres de clase media, alta o baja, lo único que importaba era: México.
Nos convertimos en agentes de cambio; el terremoto fue un eje detonador de emociones que nos volvió actores fundamentales para la reconstrucción moral de nuestro país. Destruimos la pared de prejucios e indiferencia que había reinado en los últimos años. alimentamos la esperanza y enfocamos nuestros esfuerzos para ver un país mejor.
El terremoto nos enseñó una cosa: Si este país se cae a pedazos, nosotros lo levantamos. Cuando existe voluntad, unión, respeto y solidaridad se pueden construir los grandes cambios, aquellos que, parecería tardarían siglos en llegar, son ocasionados por un fenómeno natural que, en sólo unos segundos nos demostró lo frágil que es la vida.
Noches sin dormir, noches de pánico y falta de tranquilidad fueron la herencia que nos dejó la sacudida, distintas ciudades en el centro del país se volcaron buscando un presente mejor para México. ¿Acaso no se escucha mejor? En muchas ocasiones nos costaba entender que, el pasado ya pasó, el presente dura sólo un segundo y el futuro es algo incierto que no sabemos si llegará.
Es cierto, el futuro es cierto, por eso vuelvo a la premisa de este texto: ¡Siempre se debe buscar el cambio de México en tiempo presente! No existen fórmulas para el cambio, pero algo es seguro: Se necesita una sociedad unida y feliz, que honre su pasado para construir su actualidad.
Todas las generaciones tienen en sus manos la posibilidad de cambiar el rumbo, de mostrarse a sí mismos que la evolución es el camino constante y seguro, que no existe reto que no pueda cumplirse si existe unión y respeto a la humanidad. Es cierto, cuando algunos de ustedes lean esto, el presente será distinto al que yo esté viviendo hoy, pero siempre será presente, siempre será el momento perfecto para atreverse.
Atrévanse a sonreír, a soñar, a no dejar para el “futuro” las cosas que pueden disfrutar el día de hoy, pregúntenle a su persona favorita: ¿Y si nos invitamos un café y nos olvidamos del mundo? Porque algo es cierto, nunca sabrás cuando será la última vez que puedas decírselo.
Después del 19 de septiembre del 2017 algo cambió, la sociedad se dio cuenta de lo importante que es vivir y que, el reto más grande es nunca darse por vencido, México siempre será primero que cualquier político o institución.
Que el México que unió el terremoto, no lo separe nadie.