México, el país de la esperanza

Caminé por las calles de la Ciudad de Puebla y me encontré un mosaico pluricultural, un lugar lleno de vida, un país que frenéticamente late buscando exterminar sus demonios y derrocar sus prejuicios, justamente basado en su historia, en esa que le ha valido el título de “El país amigo”.

Ante las crisis, México es la opción, cobijados por una emblemática sociedad que se reinventa, que destaca por cualidades que cautivan a propios y extraños; es un punto de reunión, un lugar que tiene una identidad que se respira en sus lugares mágicos.

El problema del mexicano es la aceptación de México, en este país tenemos un complejo de inferioridad, un terrible amor a la tragedia, eso causa que, normalmente tengamos una extraña desconfianza, por ejemplo: La Ciudad de México es la ciudad con más museos en el mundo, una constante pelea que mantiene con Londres, eso irremediablemente causa fascinación de muchísimas personas, mientras que de pronto aquí, podemos escuchar comentarios como: “No creo, París ha de tener más, seguramente esa estadística la lanzó el INEGI”.

Tenemos que creer más en nuestras fortalezas y convertirlas en los puntos estratégicos para vencer nuestras debilidades, México es un país atractivo para la mayoría de los habitantes de este planeta, es el país de la esperanza.

Es una de las capitales gastronómicas del mundo, de sus 32 estados se desprenden miles de sabores y colores que son la envidia de cualquier territorio, por ejemplo, Anthony Bourdain es de los principales defensores de la comida mexicana destacando que, la gente tendría que pagar más por disfrutar de esta emblemática cocina.

El principal enfoque de este post es, destacar un país que, necesita que su gente se la crea (perdón por la expresión tan coloquial), estamos en una oportunidad histórica única, una posibilidad de convertir a este país en lo que siempre se ha desado.

Sin duda hemos avanzado pero, debemos dejar de hablar del México del mañana para construir el México de hoy, el México plural, integrador y lleno de vida que siempre hemos deseado.

No existen muros ideológicos (y también de cemento) que no se puedan derrumbar si logramos integración social y dejamos a un lado ese complejo trágico que, quizás, fue heredado por la telenovela.

El mundo está cambiando, México está cambiando, no dejemos que nuestras oportunidades históricas sean desperdiciadas por nuestros demonios.

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