En el trágico museo emocional de los seres humanos tenemos un rincón especial para todas aquellas personas que nos han roto el corazón; seré sincero, todos hemos sufrido por una persona, todos hemos tenido un amor que nos dura toda la herida.

Conceptualmente el desamor es una de esas tragedias que parecen sacadas de una comedia de cine romántico en donde, toda acción corresponde a un suspiro. Suspirar es evocar, digamos que, es la forma emocional de volver al pasado, es un respiro con memoria.

Es por eso que, inevitablemente cada uno de nosotros tiene una colección perfecta de romances que fueron o que quisieron ser. En la posmodernidad, el desamor es un producto de colección invaluable, un objeto preciado para todas las marcas por una razón: “¿Sufres de amor? Compra helado. ¿Estás soltero? Come helado y ve Netflix”.

Después de esta breve introducción, comenzaré mi pequeña historia: ¿Qué ha pasado con tus ex-novias Alejandro? Digamos que, cada una persona que me ha permitido estar en su vida ha tenido cualidades y defectos, desde la que terminó conmigo y al otro día estaba estrenando galán, hasta la que me dijo que era un gran escritor pero, me cambió por una persona con pésima ortografía.

Quizás por esas historias me volví un maniático de la ortografía que acompaña sus historias de café, siempre he creído que una taza de café es una fuente inagotable de inspiración y acompañante perfecto para las tragedias emocionales.

Siempre me he preguntado: ¿Qué es eso de inteligencia emocional? ¿Por qué tenemos que ponerle el concepto “inteligencia” a las emociones? Se trata de sentir hasta el último día de nuestra vida, no de percibirnos conceptualmente inteligentes o lejanos al sufrimiento.

Por eso, me atrevo a decir que soy un museo de romances rotos, uno que se quedó con las mejores piezas de cada historia para nutrir cada nueva sensación. Esta es la primera de 7 entregas.